Isaac Albéniz (1860-1909) persiguió infatigablemente el propósito de crear y dar a conocer al mundo una "música española con acento universal", y a ello aplicó lo mejor de su talento creador. El resultado son casi dos centenares de obras, principalmente para piano, entre las que sobresale Iberia, pero también tres zarzuelas, cuatro óperas completas y otras tantas sin terminar, una pieza polifónica, un concierto y una rapsodia para piano y orquesta, dos suites sinfónicas, música incidental para recitados y hasta una treintena de canciones para voz y piano. En la actualidad Albéniz es reconocido en todo el mundo como uno de los compositores de más valiosa aportación al repertorio pianístico. Sus obras mejores poseen una inconfundible expresin personal y original, que Albéniz conjuga de manera eficacísima con elementos de la música popular espa?ola, cuyas raíces folklóricas se estilizan con extrema delicadeza pero sin perder nunca su marca y su identidad de origen. Aclamado en toda Europa y América como pianista virtuoso de excepcional precocidad, el joven Albéniz también se sintió tentado por la composicóin, igual que tantos y tantos otros intérpretes, pero sólo igual que un reducid?simo número de ellos alcanzó la madurez técnica y llegó a consolidar la expresividad que le convertiría en auténtico compositor de gran talla. Junto a composiciones de factura "clásica" Albéniz fue ensayando, cada vez con pulso más seguro, un tipo de expresión menos académica y más personal: piezas breves, sencillas de estructura, de tipo rapsódico o de canción instrumental, composiciones de un nacionalismo estilizado, con evocaciones populares, ritmos vivos y melodías de aire nostálgico, para las que recurre a los temas y los giros melódicos, rítmicos y armónicos de un folklore que éｌ supo asimilar hasta hacer indistinguible muchas veces su propia voz de la voz tradicional de la música de España. La superación de los límites del costumbrismo y de la estética pintoresquista se producirá mediante la estilización de los temas populares, llevada casi hasta su abstracción, con apenas sólo el ritmo como elemento vertebral y un uso sugestivo de la armonía que combina cada vez más sabiamente los planos tonales y modales; tal es el andamiaje que hace posible el salto vertiginoso desde el intranscendente salón de las amables reuniones burguesas hasta las regiones estéticas emancipadas donde se ubican sus últimos pentagramas, como La Vega o las páginas magistrales de esa Iberia prodigiosa, tan querida por Olivier Messiaen, que señaló los nuevos rumbos de la escritura pianística en el siglo XX. La inteligente selección que Yukiné Uehara nos ofrece en esta serie, donde se incluyen las mejores y más celebradas obras de Albéniz, nos descubre también a un autor cuya producción esté salpicada de multitud de pequeñas composiciones, sencillas, amables y llenas de encanto. Pero incluso en la menor de esas obritas reside algo de su alma grande de artista, de su exuberancia irresistible, de su sentido vivaz y pleno de gracia. Yukiné Uehara con su técnica impecable, su delicada sensibilidad y su vasto conocimiento del repertorio pianístico español se manifiesta como la intérprete perfecta para transmitir el legado musical de Albéniz al público internacional. Sus versiones minuciosamente estudiadas y su ejecución limpia y expresiva, donde se equilibran la sobriedad y la gracia, nos permiten disfrutar a través de estos cuatro discos de la obra de uno de los espíritus más musicales que jamás haya existido.

Real Conservatorio Superior de Música Madrid　　Spain　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　

Prof. Dr. Jacinto Torres